Una y mil veces nos han dicho eso de que en el punto medio está la virtud y, por más que cueste, es una verdad como un templo. Aunque en el mundo del espectáculo debe resultar especialmente difícil. Conseguir hacer algo tan diferente que consiga llamar la atención del público, pero no pasarse de histriónico, es un ejercicio complicado. Como esos artistas circenses de El mayor espectáculo del mundo, que con una mano hacen malabares mientras pedalean en un monociclo imposible.
También en nuestro teatro tenemos que hacer ejercicios de equilibrio diarios, cuando no de prestidigitación, para no pasarnos ni quedarnos cortos. Y, en un ámbito donde manejamos bienes tan preciosos como la vida, la libertad o el dinero las consecuencias pueden ser muy importantes. Más que malabaristas, nos sentimos como los protagonistas del Trapecio. Como la mísmisima Pinito del Oro en sus buenos tiempos lanzándonos al…
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