Llega Halloween. O mejor, el día de Todos los Santos. Un verdadero filón para el teatro y el cine, que le han exprimido el jugo hasta el tuétano. Y no es que sea un invento de ahora, que desde siempre nuestra más vetusta tradición ha sido representar Don Juan Tenorio. Pero claro, llegó Halloween desde Yanquilandia y nos absorbió. Quizás influya que parece más divertido eso de disfrazarse o pedir caramelos a la consigna de “truco o trato” -que confieso que todavía no pillo muy bien- que irse al cementerio a rezar a los muertos y limpiar las lápidas como hacía Penélope Cruz en la primera escena de Volver.
En nuestro teatro no necesitamos disfrazarnos para pasar miedo. Aunque no es lo más frecuente, por fortuna, algunas veces tenemos nuestra propia Noche de Miedo en pleno día. Y entonces, los fantasmas atacan a las togas y…
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