La suerte. Ese ente esquivo e invisible que todo el mundo conoce pero nadie ha visto. Como la niña de la curva o la escena de Ricky Martin, el perro y la mermelada. Algo que no reconocemos siempre cuando aparece pero que echamos de menos cuando no está. ¿Quién no se ha quejado alguna vez en su vida de su mala suerte? Y, sobre todo, ¿quién no se ha quejado de su mala suerte comparada con la buena suerte del otro? Porque a veces, parece que nos interesa más que el ente no visite al contrario que el hecho de que pase por nuestra casa. Por eso compramos compulsivamente lotería a todo aquel que nos la ofrece, no vaya a ser que a él le toque y nosotros nos quedemos viendo su buena fortuna con tres palmos de narices.
Pero, lo admitamos o no, la suerte es uno de los ingredientes…
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