
Nada más cinematográfico que una buena sonrisa. Real o fingida, sincera o falsa, dulce o terrorífica, ocupan un espacio imprescindible en nuestro escenario. Y también fuera de él. Desde las almibaradas de Julie Andrews y su troupe de Sonrisas y lágrimas hasta la espeluznante de Jack Nicholson en El Resplandor, sin olvidar el famosos “Dientes, dientes” de una folklórica hoy caída en desgracia.
Sin embargo en nuestro escenario parece que no sabemos demasiado de eso. La imagen que proyectamos en el exterior es de seres adustos, vestidos de negro y muchas veces tratando de dar una imagen de seriedad que nos aleja del justiciable, nuestro público. Incluso de nuestros compañeros de reparto. Y eso puede llevarnos a transmitir una falta de empatía que desluzca nuestra función hasta el punto de no gustar al público al que va destinada.
Nuestro trabajo es importante, desde luego. Hacer justicia –o intentarlo…