La experiencia es la madre de todas las ciencias, reza un dicho popular. Y es que, como dice otro, la veteranía es un grado, bien los sabemos, que más sabe el diablo por viejo que por diablo y todos hemos sido cocineros antes que frailes.
En el mundo del espectáculo, a veces, se valora especialmente esa veteranía por medio de homenajes y premios especiales. El Oscar o el Goya a toda una trayectoria a cuyos galardonados deben darles ganas de salir corriendo pensando que se acabó lo que se daba. Como le pasó al añorado Paul Newman, que ni siquiera quiso ir a por ese premio por entender que aún le quedaba mucha guerra que dar. Y que fue premiado al año siguiente con un Oscar “de verdad” por El color del dinero, si no me falla la memoria.
En nuestro mundo también tenemos nuestros oscar honoríficos…
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